lunes, 2 de abril de 2012

Hasta siempre, Mimich

Fiestas de Galicia el pasado verano, Sylvie, Michel y Manu.

Se nos fue Michel. Así. Como si tal cosa. Como si la muerte no hubiese tenido nada mejor que hacer que ir a buscarle mientras dormía. Sin más culpables que un radiador desprendiendo gases irrespirables.
Y una se queda así como con cara de incomprensión sin saber contra quien gritar, donde buscar una explicación, cómo entender los motivos. Sintiendo dolor por una partida tan injusta como absurda.

Suele ser costumbre encontrar a la mejor persona del mundo en boca de todos cuando se va para siempre y decir lo mismo de él parecería ser un comentario muy trillado. Pero no. Con él se queda incluso corto.
Michel no era el típico amigo al que aprecias por todas sus virtudes y aceptas con todos sus defectos. A Michel se le quería sin peros.
Pensad por un momento si conocéis a algún amigo de quien nunca hayáis oído una crítica...¿difícil, verdad?...pues yo jamás oí a nadie hablar mal de él.
Su sonrisa perenne, su risa carismática y única, su disponibilidad incondicional para todos y para todo,  le hacían ser un gran amigo. UN AMIGO CON LETRAS MAYÚSCULAS, de los que quieres tener para siempre a tu lado.

Se nos fue Michel, una de esas personas por las que bien merecía que existiesen los milagros, o algún Dios, o algún ente sobrehumano capaz de haber hecho algo por él en sus últimas horas. Pero no. Todo es mentira. La vida no salva a nadie de nada, nos vapulea a su antojo, nos hace endebles y nos lleva a susurrar entre sollozos la miserable frase del "no somos nadie".

Se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas al recordar a su gran amigo Manu decirme por teléfono...C'est la merde, Sylvie...c'est la merde...
Y eso es lo que es la muerte en una persona de 40 años, una mierda gigante. (me cuesta escribir mucho, tengo que parar).

Ya no podremos reencontrarnos todos para la siguiente fiesta sorpresa de los 40 años de algún otro amigo (gracias por haber venido a la mía), ya no serán iguales todas nuestras locuras de dieciochoañeros en las fiestas de Galicia, ya no podré tener la ilusión de compartir contigo alguna carrera, ni de hacer apuestas divertidas sobre mis tiempos, ni de babear haciendo besar a tu pequeño Pablo con mi pequeña Luna, ni de reírnos compitiendo como consuegros por nuestro número de vacas y terrenos, ni de tener esas conversaciones mágicas y anormales sobre el amor...
Ya no estás. C'est fini, que dijo Manu.

Gracias Mimich por todos estos años de diversión y alegría. Gracias por todo lo que nos has dado tan incondicionalmente. Gracias a la vida, a pesar de todo, por haberme otorgado la fortuna de conocerte.
Te quiero mucho Michel y no te voy a olvidar nunca.